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Koki Higa: Salir a correr

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“No rechaces tus sueños. ¿Sin la ilusión el mundo qué sería?”.

(Ramón de Campoamor)

 Este año 2025 tengo pensado correr dos medias maratones (21 km), una en mayo y otra en agosto.

Hacer esa distancia no es despertarse ese día con ganas de trotar, ponerse un short, polo,  zapatillas, salir como loco durante dos horas y recibir la medalla.

Ya quisiera que fuera así de sencillo.

Para poder finalizarla de buena manera se tiene que entrenar como es debido, generalmente una preparación decente para ese reto toma unos 3 a 4 meses (ni que decir para una maratón completa).

A mí me gusta salir muy temprano en la mañana, entre 5 y 5:15 am. Si alguien vive por el Pentagonito de San Borja podrá ver unos loquitos sudando la camiseta.

Mientras voy haciendo el calentamiento usualmente me pregunto, ¿tiene algún sentido correr?

Más allá de hacer algo de deporte, no tiene significado alguno.  Hasta podría ser una pérdida de tiempo y de energía. ¿Qué sentido tiene dar muchos pasos por una vereda una y otra vez, con el riesgo de lesionarte?

Es más, varias personas muy cercanas, que me estiman sinceramente, me sugieren que deje ese deporte. Sé que me lo expresan con buena intención y buscan lo mejor para mi.  Es más, pienso que debería de hacerles caso. Inclusive encontré hace poco una resonancia magnética de mis rodillas tomada hace un año y medio en la cual indicaba todos las lesiones existentes y por existir.  Si transcribiera aquí esos términos médicos, más de uno se asustaría.

Pero, a pesar de los sabios consejos, yo sigo decidido en correr dos medias maratones (21 km) este año, en mayo y en agosto.

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Esos días de la carrera quiero levantarme muy temprano, ir al punto de partida, sentir la adrenalina de empezar la ruta, seguir el plan establecido, saber que el entrenamiento ha sido provechoso, desfallecer a la mitad del camino, cuando me este por dar un calambre me recriminaré el no haber hecho caso al consejo de abandonar este absurdo hábito, refrescarme cada cierto tiempo, emocionarme al ver que faltan tres, dos, luego un kilómetro, ver el cartel de llegada, cruzar la línea, levantar los brazos al cielo, recibir la medalla, dar un grito y sentirme un campeón olímpico, quizá no ser el más rápido, pero sí el más terco e imprudente, por no escribir pelotudo.

Porque eso es lo que somos todos (soy). A lo largo de nuestras vidas nos embarcamos en misiones que aparentemente, vistas por los demás, carecen de todo sentido y son tonterias. Pero muy dentro nuestro sabemos que las necesitamos para sonreír, para ser felices y para creer ilusamente que nuestro paso por esa tierra no fue en vano.

Y tú querido lector, ¿tienes metas o planes absurdos pero que quieres lograr de todo corazón?

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