Esta es una crónica de mi experiencia haciendo labor social en la Casa Hogar “Manantial de Vida” el 10 de noviembre.
ESCRIBE: ROGER GONZALES ARAKI / Tiktok Instagram
Me pedía que le coloque sus pantuflas, me asusté porque pese a estar sentada en silla de ruedas se quería poner de pie. “Sufre de demencia senil”, me dice la enfermera.
La señora estaba distraída, como que vivía en su burbuja pero siempre luchó para estar de pie, pero no pudo.
Otra señora sonreía con cada momento, con cada canción que sonaba. La canción criolla parecía hacerle recordar sus mejores años.
Mientras-los que podían- aplaudían, otra cantaba sus temas favoritos. Realmente el kokoro (corazón) estuvo presente.
CON MUCHO KOKORO
El domingo 10 de noviembre fuimos con los jóvenes de “Nikkei Kokoro” de la Asociación Peruano Japonesa (APJ) a la Casa Hogar “Manantial de Vida”. Principalmente habían adultos mayores.
La campaña previa fue de recolección de alimentos no perecibles, ropa en buen estado, etc. La acogida fue buena pese a que fueron dos meses solamente.
Si bien es cierto, siempre me dedico a hacer coberturas debido a mi profesión, esta vez viví más de cerca esta experiencia.
Luego de esa experiencia, no recuerdo haber participado en otra. Y desde hace cerca de dos meses, me comprometí a colaborar con los amigos de “Nikkei Kokoro”, de la Asociación Peruano Japonesa (APJ) conformada por 20 jóvenes aproximadamente.
Me acuerdo que en el 2001 pertenecí a una agrupación de labor social de la Vicaría Peruano Japonesa. El grupo se llamaba “Acción Social” y consistía en llevar ayuda a diversos centros que lo necesitaban.
Creo que por momentos reviví esos momentos, de levantarme temprano un domingo, de ayudar a cargar víveres y compartir momentos con los adultos mayores.
Fue satisfactorio ver el rostro de ellos, que pese a las grietas, podían sonreír ante tanta alegría no solo por la llegada de la ayuda, si no por recibir tanto kimochi.
Creo que quienes aún tenemos a nuestros padres, nos sirvió para valorar que todavía los tenemos, que aún podemos gozar con ellos. En cada rostro, pude ver a mis padres o a mis tías.
Quizá no tengo tanto carisma o paciencia para jugar con ellos, pero el kokoro siempre estuvo presente.