JANI CATARI
Era 2012, cuando Freddy Kanna viajó a Japón, país que hoy le traería más de una historia a la mente, el mismo lugar que se convertiría en su hogar por al menos cinco años. Un lugar de sanación tanto física, como espiritual.
Kanna es técnico dental de profesión y se desempeñó en ese puesto por algún tiempo. Como dirían algunos, era el medio para un ingreso fijo mensual. Sin embargo, no era lo que realmente lo apasionaba.
Desde muy pequeño el hoy creador y dueño de Kannart, mostró interés por el arte en sus distintas formas. A temprana edad, como él recuerda, ya hacía algunos dibujos en los cuadernos del colegio y lo recordó cuando uno de sus amigos de la infancia se lo mencionó al ver las pequeñas estatuillas en su cuenta oficial de Instagram, @kannart_
Lo que muy pocos saben, es que, de todas las artes plásticas, había una técnica que lo apasionaba más, “de niño me gustaba jugar con plastilinas” nos cuenta. Y debe ser por ello que sus tíos lo inscribieron en cursos de escultura que, sin saberlo, varios años más tarde definirían su futuro.
Su esposa e hijo apoyan y han apoyado el talento de Kanna por más de una década, 15 años de matrimonio podrían definir esa historia de amor, paciencia y comprensión, porque si hay algo que valora el artista, es que su compañera de vida lo haya apoyado en todo momento, al punto de reconocer que sin ella no hubiera logrado lo que ha logrado hasta hoy.
Pero, la historia de Kannart inició mucho antes, todo empezó con Labio Art, en una época en la que recién descubría que, en vez de modelar dientes, deseaba modelar esculturas en miniatura y esto lo averiguó mientras atravesaba un largo proceso de recuperación a raíz de un derrame cerebral que lo llevó a una intervención quirúrgica en el mencionado país asiático.
Tal como él nos cuenta, estando en Japón, el malestar lo llevó nuevamente al médico al que hoy le guarda un agradecimiento especial, “sentí que el doctor había hecho con sus manos todo lo que él podía hacer, sus manos fueron la herramienta esencial para mi vida”, cuenta con un poco nostalgia.
¿CÓMO NACE KOBOKU?
A modo de agradecer ese dedicado trabajo, Kanna ideó moldear su primer “muñeco”, tal como él lo llama. Así, cuenta que este momento le hizo tomar un nuevo rumbo, “…se lo di y me dijo ¿tú trabajas de esto? (…) cuando me dijo esto, sentí que esto era lo que yo tenía que hacer con mi vida”, comenta.
Koboku nace así, cuál hijo que va a llevar un nombre japonés, Freddy Kanna combinó dos palabras que en español dirían “pequeño yo”, esto debido a la figura tipo retrato en miniatura del cliente, hecho en base a arcilla polimérica.
Luego de este, vendrían nuevos estilos, como “Kazoku”, que hace referencia a un estilo grupal, donde hay más de un personaje en la escena, como una familia.
Así es como, lo que comenzó como un hobbie y que surgió de una de las razones más inspiradoras que uno pueda oír, se convirtió en un medio de vida. Por ello, el creador de Koboku, reflexiona y comparte con sus clientes y seguidores que, “si te encanta lo que haces, para qué soltarlo”.