“El gato no nos acaricia, se acaricia contra nosotros”.
(Conde de Rivarol)
Coco es un gato naranja que llegó a la casa, conjuntamente con su hermana Chanel, con dos meses de nacido hace un poco más de tres años.
Ahora está grande y, valgan verdades, ligeramente subido de peso. Circunstancia que lo tiene sin preocupación alguna.
El, al igual que todos los animales, es un gran maestro de vida y ha llegado a mi hogar para que yo pueda aprender de él.

Le da la debida importancia al sueño. Sabe que el descanso es importante para mantener una buena salud física y mental y por ello le dedica todas las horas necesarias. Establece correctamente sus prioridades. Mientras lo miro dormir plácidamente solo puedo sentir envidia.

En ese sentido, es un ser de hábitos definidos, teniendo su horario para acicalarse, ir al baño, rascar sus uñas y por supuesto, volver a descansar. Siempre vive el momento, sabiendo que el pasado ya fue y que el futuro aún no existe.
Le tiene sin cuidado el quedar bien con los demás para ganarse su cariño/amor. En pocas palabras vive sin el miedo de decepcionar a los de su especie o a los de especies inferiores (humanos). Tiene un buen corazón pero si hay algo que no le apetece hacer, simplemente no lo hará y seguirá siendo feliz. Muy contrario a lo que nos pasa, que creemos que tenemos que contentar a otras personas para merecernos su aprecio, amistad y reconocimiento, gastando en ello (inútilmente) ingentes cantidades de tiempo y energía, ya que casi siempre las exigencias de los demás son absurdas e infinitas.
Cuando realmente tiene una necesidad específica, cosa que es inusual, tales como agua, comida o una caricia, se acerca y la expresa indubitable y directamente. No se anda con rodeos o floros monses y no descansa hasta que su demanda sea atendida. Nada de caras largas, nada de caprichos, nada de chismes a sus compañeros. Va a conversar con quien corresponda y punto.
Le gusta recibir caricias y tiene un andar despreocupado, pero se torna fiero y decidido cuando alguien intenta invadir su espacio vital sin su consentimiento, ya sea tocando su barriga, molestando sus bigotes o reteniéndolo en contra de su voluntad. En ese momento, marca bien el límite con un maullido, un zarpazo o un salto hacia atrás. Eso se podría interpretar como un “soy buena gente pero no sonso, tampoco, tampoco”.
No deja de ser curioso y seguir aprendiendo, toda caja, rincón o cajón es un buen espacio para practicar la exploración y a veces encontrar tesoros, como juguetes o simplemente un nuevo espacio para descansar.
Por todo ello y mucho más, cada vez que requiero de un consejo, inmediatamente acudo a Coco, quien con su sabia tranquilidad me mira, se ríe ligeramente y me dice “Koki, relájate, no te creas tan importante, no lo eres. Todo, ya sea bueno o malo, pronto pasará”, para que luego siga durmiendo plácidamente.
¡Un genio!